Tanto niños como adolescentes pueden sufrir depresión al igual que los adultos. La depresión se define como una alteración en el estado de ánimo caracterizada por tristeza, apatía e irritabilidad; así como llanto fácil, falta de sentido del humor, aislamiento, sentimientos de no ser querido, baja autoestima, cambios en el sueño, en el apetito y en el peso de los niños. Es una situación que va más allá de sentirse triste, es persistente e interfiere en diferentes grados en el ámbito escolar, familiar y social del niño (a) o adolescente. Este problema afecta aproximadamente al 10% de los niños menores de 12 años (Solloa, 2001).
Los síntomas pueden variar dependiendo de la edad de cada niño. En los niños pequeños (preescolares) se observan alteraciones en alimentación, se rehúsa a comer, no se deja vestir, se queda callado, inactivo, con expresiones de pena, responde con ansiedad ante la separación de su madre, se presentan también problemas para dormir, llanto y gritos.
En los niños escolares, es común encontrar dificultades de conducta, irritabilidad, fracaso escolar, arranques de agresividad. Así también se puede observar un semblante triste, altamente sensible, no muestra interés en lo que sucede en su entorno, rechaza la ayuda, abandona lo que le decepciona.
En los adolescentes la depresión es más común de lo que creemos, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Psiquiatría Infantil uno de cada 10 adolescentes en México ha tenido por lo menos un cuadro depresivo en su vida. El adolescente se observa en ocasiones callado, distante, aislado, irritable, duerme mucho o tiene insomnio, no come o veces come demasiado. Estos síntomas van más allá de los que podemos observar en un adolescente “sano”. Los síntomas mencionados que se hacen más agudos, presentan sentimientos de auto desprecio, impotencia, apatía, y en ocasiones ideas de suicidio.
Es difícil prevenir esta enfermedad sin embargo hay situaciones que facilitan una buena resolución, una de ellas es la familia, un clima de confianza, donde exista comunicación, respeto y entendimiento siempre es un buen apoyo.
Recordemos lo importante de detectar a tiempo cuando reconozcamos algún síntoma en nuestros hijos para que reciban un tratamiento oportuno. Así mismo es importante tener en cuenta que un buen tratamiento es aquel que es adaptado a cada niño tomando en cuenta la etapa del desarrollo en la que se encuentra, así como su funcionamiento cognitivo, maduración y recursos emocionales, sociales y familiares con los que cuenta. Busca ayuda...